La dieta moderna está cargada en omega-6 y deficiente, en gran parte, en ácidos grasos esenciales omega-3. Los omega-3 realmente se han eliminado de nuestra dieta debido a la industrialización de la fabricación de alimentos y la alimentación animal utilizando solo aceites ricos en omega-6 poliinsaturados (soja, maíz, girasol).
Los roles fisiológicos de los omega-3 son de primordial importancia en los organismos animales y humanos; el problema radica en el hecho de que nuestra genética no fue “diseñada” para tratar con tanto omega-6 (en comparación con la ingesta de omega-3). En el Paleolítico, nuestra dieta y la dieta de los animales estaban equilibradas en omega-3 y omega-6 en una proporción de 1:1 que normalmente se encuentra en la naturaleza; este es el balance que nuestro cuerpo necesita genéticamente.
En realidad, el omega-3 y el omega-6 tienen un papel diferente y antagonista en nuestro cuerpo y nuestras células: el omega-6 es responsable de la inflamación de nuestros tejidos, mientras que los omega-3 son responsables de que la célula deje de inflamarse (señal antiinflamatoria). Una célula que no tenga estos 2 componentes balanceados en su composición, tendrá una respuesta antiinflamatoria baja.
El desequilibrio de hoy (la relación de omega-6 a omega-3 es de aproximadamente 30:1) es responsable de lo que se denomina “Enfermedad crónica moderna” (demasiado omega-6 proinflamatorio y muy poco de omega-3 antiinflamatorio en nuestro tejido).
Según Artemis Simopoulos en su estudio sobre el equilibrio de omega-6 / omega-3 en salud: las enfermedades degenerativas crónicas modernas, como las enfermedades cardiovasculares y vasculares de la retina, las enfermedades cerebrales y autoinmunes, los cánceres, la obesidad, la diabetes, la pérdida ósea, etc. tienen un fuerte ángulo inflamatorio.
La mejor manera de protegernos contra la inflamación de los tejidos y las enfermedades crónicas modernas es restablecer el equilibrio en nuestros alimentos con más omega-3 en nuestra dieta, alcanzando la proporción de omega-3: omega-6 = 1:1.
“Las dietas deben ser equilibradas con respecto a los ácidos grasos omega-6 y omega-3 para ser coherentes con la comprensión evolutiva de la dieta humana. Este equilibrio se puede lograr mejor disminuyendo la ingesta de aceites ricos en ácidos grasos omega-6 (aceite de maíz, girasol, cártamo, semilla de algodón y soja) y aumentando la ingesta de aceites ricos en omega-3 (canola, linaza, perilla, y chia) y aceite de oliva que es particularmente bajo en ácidos grasos omega-6 (Simopoulos, 2011).