Los ácidos grasos omega-3 desempeñan un papel muy importante en la gestación y la lactancia materna. El ácido docosahexaenoico (DHA) está involucrado en múltiples funciones en el cuerpo humano y ejerce un papel central en el desarrollo del individuo desde la etapa embrionaria en adelante [1]. Si bien el DHA es importante durante toda la vida, la acumulación de DHA es de vital importancia durante el embarazo y el primer año de vida en los seres humanos, debido a que este ácido graso es imprescindible para la formación y función de los sistemas nervioso y visual [2].
El DHA constituye entre un 35% y 40% del total del LCPUFA en el cerebro [3]. En el tejido nervioso, y particularmente en el cerebro, el DHA es crítico para todos los aspectos del desarrollo neuronal y de la función cerebral, incluyendo la neurogénesis, la proliferación y crecimiento de las neuritas, la transmisión del impulso nervioso vía la bomba de sodio-potasio, la integridad y vitalidad neuronal, el transporte de glucosa en la sangre y la expresión genética del cerebro [4,5].
La acumulación de ácidos grasos omega-3 del bebé durante el periodo intrauterino depende de las fuentes maternas, y en la vida post-natal, depende de la leche materna o fórmula artificial. Los ácidos grasos de la leche materna contienen una cantidad pequeña pero significativa de omega-3: entre 0.3-0.6% de DHA y05-1% de ALA, y un poco mayor de omega-6: entre 04-0.7% de ARA y 8-17% LNA, que varían de acuerdo a la dieta de la madre [6].
El ácido α-Linolénico (ALA) es un nutriente esencial para los humanos y es el precursor de DHA [7]. A través de una serie de reacciones enzimáticas de elongación y desaturación, que ocurren principalmente en el hígado, el ALA es primero transformado en EPA para luego convertirse en DHA, siendo este último el final y principal producto metabólico [8]. El EPA es utilizado en la formación de derivados deeicosanoides, los que tienen acciones anti-inflamatorias y efectos reguladores sobre la actividad vascular endotelial [9]. La mayoría del DHA que consume y/o produce la madre durante el embarazo es transportado a la placenta y acumulado en el cerebro fetal y en los tejidos visuales [10]. De ahí la importancia en el consumo de omega-3 de las madres durante su embarazo y periodo de lactancia; un aumento en el aporte de estos ácidos grasos en la dieta de la madre, mejoraría la cantidad disponible para el feto y recién nacido.
Un estudio realizado en mujeres Chilenas [11] demostró que las embarazadas y lactantes que consumieron 1 cucharada (16 mL) diaria de aceite de chía, una fuente dietaria importante de ALA, desde el tercer trimestre del embarazo hasta los primeros seis meses de lactancia, aumentaron significativamente (i) el contenido de ALA y EPA en los fosfolípidos de los eritrocitos (transferidos al feto mediante la placenta) y (ii) el contenido de ALA y DHA en la leche materna.
La dieta occidental provee cantidades muy bajas de DHA, debido a que los principales alimentos que proveen este ácido graso son alimentos marinos [12] que no se encuentran en cantidad suficiente en esta dieta. Por ello, se sugiere suplementar con omega-3, preferiblemente con alimentos ricos en este ácido graso, a las mujeres durante el embarazo y la lactancia [13].
La mujer embarazada y lactante tiene un requerimiento fisiológico de omega-3, y específicamente de DHA, para asegurar el crecimiento y desarrollo normal y adecuado del niño [14]. La recomendación es, específicamente, una ingesta de 120 mg por día de DHA en mujeres embarazadas durante el primer trimestre. Durante el último trimestre, una mayor acumulación de ácidos grasos se produce en el sistema nervioso del feto; en consecuencia, las necesidades diarias aumentan aún más. Durante la lactancia materna, la madre utiliza 70-80 mg de ácidos grasos omega-3 para la leche que produce diariamente, además de la cantidad requerida para sus propias necesidades. Por esta razón se recomienda que una madre embarazada o lactante consuma 250 mg de DHA y 1,2 g de ALA al día [15,16].
El aceite de chía, cuyo aporte de ALA es de 3g en 1 cucharadita, constituye una fuente eficiente, económica y de origen vegetal para proporcionar ácidos grasos omega-3 a la dieta de embarazadas y lactantes. Especialmente, en personas cuyo consumo de fuentes marinas sea escaso o nulo, como vegetarianos o veganos, aquellas que presentan alergias alimentarias o quienes prefieren fuentes sustentables de alimentación.
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